viernes, 9 de mayo de 2008

en la recta final

Presentimiento que indica,
un musical plumoso con bombos y platillos,
y terminamos siendo la nada. Una mirada antojada sobre el destino y las cosas. Un juego con la mirada del otro que nos vuelve pervertidos, inútiles, inseguros.
Mi mirada se vuelve una acuarela poco clara en esta instancia.
Hay días que pasan y nos devoran. Otros nos dejan fragmentados
(al menos eso es lo que a mi me pasa)

Las semanas antes de estrenar me vuelven un idiota. Quiero dejar de escribir, de cantar, de actuar. Quiero dejar de comprar objetos todo el tiempo, pensar que en todas partes falta un espejo, una alfombra, un fardo. Sueño que me olvido un micrófono y tengo que ir a buscarlo a Asia. Creo que el proceso fue un torbellino de intuiciones y dudo de todo. Me afirmo sobre la primera parte del sueño, a la noche. Le digo a mi psicóloga once veces lo mismo, y ella me responde once veces lo mismo. Dice que la repetición me va a devolver el eje.
Mis amigos de siempre odian About the Campo, odian el western, odian que les hable todo el tiempo de lo mismo. Me dicen que me serene, que salgamos de vino. Yo soy un payaso que le pegan y vuelve.
Ayer, con Eli compramos de todo. Caminamos Once de sol a sol. Le pedí pasar por casa para tomar un vaso de vino, comer un queso y pensar en CINE: cuando terminé de actuar, agradecí poder hacerlo. Me fui vacío de la función y a la noche soñé con un barco en el puerto de Valparaíso. Fue la primera noche que no soñé con la obra en mucho tiempo.

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